Existen varias opciones de tratamiento, pero para decantarse por una u otra antes se deben tener en cuenta los factores de riesgo, los efectos secundarios, el estadío del tumor, el estado de salud del paciente, etc.
En
aquellos casos en los que los astrocitomas son de bajo grado, no
infiltrantes y que no afectan al tronco encefálico o hipotálamo, la
opción de la cirugía es factible y el tumor puede ser extirpado,
con una tasa de supervivencia bastante favorable (mayor del 90% en
los primeros 7 años).
Aunque
el astrocitoma sea difícil de operar, ya que generalmente se
infiltra en el parénquima encefálico, se suele intentar la biopsia
para determinar un diagnóstico que nos permita llevar a cabo un plan
de tratamiento más personalizado.
Es
habitual que después de la cirugía se aplique radioterapia (externa
o braquiterapia). Si no es posible la cirugía, la radioterapia puede
ser la primera opción. Además, en conjunto, se puede añadir la
quimioterapia con fármacos como la temozolomida, cisplatino o el
régimen PCV (procarbazina, lomustina o CCNU y vincristina). Estas
últimas opciones de tratamiento se aplican para astrocitomas en
etapas más avanzadas.
Cabe
mencionar que estos tratamientos no curan, tan solo ralentizan el
crecimiento del tumor, de hecho, en los astrocitomas de mayor grado
se suele optar por los cuidados paliativos. Por lo tanto, queda mucho
por investigar en el tratamiento de estos cánceres.
Otras
opciones de tratamiento que se pueden tener en cuenta son la terapia
dirigida con bevacizumab (Avastin), glucocorticoides e inmunoterapia.
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