En el caso de que un médico sospeche de la existencia de leucemia crónica en un paciente, este puede detectarlo antes de que comiencen los síntomas mediante tres pruebas:
- Exploración física, como palidez de la piel debida a la anemia, inflamación de los ganglios linfáticos o un aumento de tamaño del hígado y del bazo.
- Mediante la observación de una muestra de sangre se pueden detectar niveles anormales de células sanguíneas.
- Mediante un análisis de médula ósea, la cual se extrae normalmente de la cadera mediante punción. A esta se le realizan una serie de pruebas para determinar la existencia de células leucémicas, y con estas se pueden determinar las mejores opciones de tratamiento.
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